sábado, 9 de agosto de 2014


La maravilla de la lectura casi siempre es dada como un regalo, semejante a un tesoro que nos lo ha conferido con todo cariño por los seres más cercanos, un padre o una madre, un amigo, un profesor o un bibliotecario. A ellos les debemos que aquellas palabras que nos acompañan desde siempre se tornen como una especie de herramienta para trasformar la realidad, no precisamente para acentuar algo sino para expandir los horizontes de la mente humana hacia la creatividad. Precisamente el amor a la letra,  dinamizada por diferentes agentes les da vida a las palabras que reposan casi silenciosas, hasta que como por un milagro son descubiertas por una mente inquieta, hay veces solitaria.  

Este descubrimiento puede originarse en cualquier momento en la vida y casi por una cantidad de formas y canales diferentes, que nos llaman y que nos hace sentir algo fuera de lo común, y por tanto, aquellos que trabajamos para que el mundo de la literatura este abierto, accesible y sea diciente, creemos en las maravillas si encontramos la forma de acercar amistosamente un libro con una persona que quiere, por voluntad, decisión e interés, ser un lector.  

Este fomento o esta tarea conferida no llegarían a ser una realidad sino se convierte en un acto de invocación, de llamamiento y de captación de atención, que no es algo fácil en un mundo que brinda entretenimiento al instante y sin esfuerzo. Sin duda el trabajo temprano es una forma de enamorar y de acompañamiento que nos asegura que siempre la literatura va a estar cercana al desarrollo de la vida, en donde una imagen o ilustración, ingresan a los niños a un universo de una significación especial de un texto, algo que nos dice algo concreto en la conjugación texto-imagen para que cada quien pueda crear universos nuevos. Esto es lo que hace Max en Donde viven los monstruos, un niño algo desadaptado de su medio que convierte su pequeña habitación poco a poco en un mundo de monstruos para poder expresar todo aquello que esconde, crea un mundo paralelo tratando de borrar las fronteras entre su realidad y su creatividad.   

Esta simbiosis del libro ilustrado con un acompañamiento textual nos ayudan a trasladar de forma más atractiva a los niños para que cada vez se acerquen a más textos, aquellos nuevos mundos por descubrir que sin duda les dará una visión más completa, más comprensiva y más rica sobre sí mismos, forjando la creación de su propia visión de la vida.  

En primera instancia sucede esto, un acercamiento dinámico de los textos con quien acude a él, pero sin duda, la imaginación no queda quieta ni intacta, ya que transformando a los sujetos mismos los impulsa a también ser seres creadores, que no es un acto tan fácil como el de ser observador o un atento lector. Se constituyen nuevos desafíos, que es el proceso de plasmar nuestra misma inventiva, el de empezar desde cero.


Al respecto, El punto de Peter Reynolds engloba una idea ingeniosa, crear parte de la premisa que hay cosas maravillosas ya creadas, y en ese caso ¿qué se aporta con la propia voz? Esto inquieta a una pequeña niña algo frustrada, Vashti, que encuentra realmente difícil la tarea de crear un dibujo, en donde todo estaba en su contra, sus propios pensamientos y su actitud.  En este caso, siempre va a existir alguien idóneo, de infinita paciencia que crea que el apoyo puede ser lo que más se necesita para sacar lo mejor de los demás, y que solo se necesita empezar y trabajar con todo corazón en aquellas ideas bellas que nos habitan. 


Imagen de Goro Fujita