La maravilla de la lectura casi
siempre es dada como un regalo, semejante a un tesoro que nos lo ha conferido con
todo cariño por los seres más cercanos, un padre o una madre, un amigo, un
profesor o un bibliotecario. A ellos les debemos que aquellas palabras que nos
acompañan desde siempre se tornen como una especie de herramienta para trasformar
la realidad, no precisamente para acentuar algo sino para expandir los
horizontes de la mente humana hacia la creatividad. Precisamente el amor a la
letra, dinamizada por diferentes agentes
les da vida a las palabras que reposan casi silenciosas, hasta que como por un
milagro son descubiertas por una mente inquieta, hay veces solitaria.
Este descubrimiento puede
originarse en cualquier momento en la vida y casi por una cantidad de formas y
canales diferentes, que nos llaman y que nos hace sentir algo fuera de lo
común, y por tanto, aquellos que trabajamos para que el mundo de la literatura
este abierto, accesible y sea diciente, creemos en las maravillas si encontramos
la forma de acercar amistosamente un libro con una persona que quiere, por
voluntad, decisión e interés, ser un lector.
Este fomento o esta tarea
conferida no llegarían a ser una realidad sino se convierte en un acto de invocación,
de llamamiento y de captación de atención, que no es algo fácil en un mundo que
brinda entretenimiento al instante y sin esfuerzo. Sin duda el trabajo temprano
es una forma de enamorar y de acompañamiento que nos asegura que siempre la
literatura va a estar cercana al desarrollo de la vida, en donde una imagen o
ilustración, ingresan a los niños a un universo de una significación especial
de un texto, algo que nos dice algo concreto en la conjugación texto-imagen
para que cada quien pueda crear universos nuevos. Esto es lo que hace Max en Donde viven los monstruos, un niño algo
desadaptado de su medio que convierte su pequeña habitación poco a poco en un
mundo de monstruos para poder expresar todo aquello que esconde, crea un mundo paralelo
tratando de borrar las fronteras entre su realidad y su creatividad.
Esta simbiosis del libro
ilustrado con un acompañamiento textual nos ayudan a trasladar de forma más atractiva
a los niños para que cada vez se acerquen a más textos, aquellos nuevos mundos
por descubrir que sin duda les dará una visión más completa, más comprensiva y
más rica sobre sí mismos, forjando la creación de su propia visión de la vida.
En primera instancia sucede esto,
un acercamiento dinámico de los textos con quien acude a él, pero sin duda, la
imaginación no queda quieta ni intacta, ya que transformando a los sujetos
mismos los impulsa a también ser seres creadores, que no es un acto tan fácil como
el de ser observador o un atento lector. Se constituyen nuevos desafíos, que es
el proceso de plasmar nuestra misma inventiva, el de empezar desde cero.
Al respecto, El punto de Peter Reynolds engloba una idea ingeniosa, crear parte
de la premisa que hay cosas maravillosas ya creadas, y en ese caso ¿qué se aporta
con la propia voz? Esto inquieta a una pequeña niña algo frustrada, Vashti, que
encuentra realmente difícil la tarea de crear un dibujo, en donde todo estaba
en su contra, sus propios pensamientos y su actitud. En este caso, siempre va a existir alguien idóneo,
de infinita paciencia que crea que el apoyo puede ser lo que más se necesita
para sacar lo mejor de los demás, y que solo se necesita empezar y trabajar con
todo corazón en aquellas ideas bellas que nos habitan.
Imagen de Goro Fujita